Resulta mordaz pensar en este instante en adquirir armas rusas como prioridad insalvable, que buscar subterfugios certeros para resolver un plato de comida en las mesas de los venezolanos
27-11-2017
Leí otra noticia detestable sobre la muerte de un niño por desnutrición. Me comprimió una sensación simultánea de culpabilidad, perdiendo el apetito al no compartir de mi mesa lo que muchos de nuestros pequeños carecen y a la vez, no utilizar con la suficiente astucia y perspicacia, los reclamos oportunos a un gobierno que se sienta a diario a disfrutar de sus suntuosos banquetes.
He llegado a la conclusión, que más allá de las pavorosas ansias de poder, a este régimen le impulsa una psicopatía desmedida por destruir todo, sin mediar en a quién se lleva a su paso. Resulta mordaz pensar en este instante en adquirir armas rusas como prioridad insalvable, que buscar subterfugios certeros para resolver un plato de comida en las mesas de los venezolanos.
No sólo eso, además nuestro país lleva el inquietante palmarés de ser el principal importador de armas de la región. Pero lo más exorbitante de esta realidad retorcida es que, según lo señalado por el investigador Luis Pedro España, Venezuela supera a todos los países de América Latina en desnutrición crónica.
Recordemos que este socialismo descerebrado se vendió desde sus inicios como el propiciador de la reducción de las brechas sociales y el paladín salvador para eliminar la pobreza del territorio venezolano. Hoy esa diferenciación es más intensa y el sector con mayores carencias está más poblado, pues los niños y jóvenes que antes se dedicaban a la sana tarea del estudio, deben en la actualidad asumir la irremediable obligación de trabajar y contribuir con el ingreso familiar, desmigajado e insuficiente en la mayoría de los hogares de nuestra nación.
Frente a esta cruenta situación de entendimiento nacional colgado de un clavo, el perturbador anunció del vicepresidente del Área Económica venezolano, Wilmar Castro Soteldo, no sólo deja en claro que les importa un pepino el hambre de una población cansada de pretextos, sino que no desean prescindir de la represión para sus futuras acciones.
En vez de crear las bases para la edificación de una empresa de harina de maíz, ampliar las siembras de hortalizas o fomentar la producción ganadera, Castro Soteldo notificó que se espera abrir la primera fábrica de producción de fusiles Kaláshnikov en 2018, con el vil argumento de alcanzarse grandes progresos en materia de cooperación militar con Rusia.
Poco importa que los venezolanos carezcan de medicinas hasta para curarse un catarro o que Cáritas alertara que en un año, la curva de riesgo de desnutrición aguda en la población infantil entre 0 y 5 años, pasara de 8% a 14.5%. Sólo les interesa defender su revolución destornillada, implacable y compulsiva, resguardando el trono del poder que extravió el argumento democrático y que en la actualidad se hunde en una espiral de dilemas que nunca se resuelven, sino se agudizan.
Es más que insólito que el paludismo y la difteria vuelvan a ser enfermedades cotidianas, pese haberse erradicado hace más de 20 años, o que a nuestros hijos les sea imposible consumir huevos, carne, leche o pescado, sacudidos además por la realidad imprevisible de cuántas comidas al día puedan cumplir.
Venezuela vive una pesadilla de desvelos contrariados. Pareciera que el único empeño del gobierno es regalar aflicciones con el empaque de la mentira, demoliendo la tranquilidad del ciudadano con percances impredecibles.
Pero no se puede provocar al porvenir. No todas las jugadas pueden inclinarse a sembrar inquietudes, sobrepasando los límites de lo inconcebible. Darle ruindad al país con más privilegios naturales de esta mitad del hemisferio, en un momento dado cobrará su saldo. Cuando la tristeza se transmuta en ira, por lo general prevalecen las decisiones extremas. Por ello, resultará imposible a la postre, pedirle paciencia y cabeza fría al hambre…
MgS. José Luis Zambrano Padauy
Director de la Biblioteca Virtual de Maracaibo “Randa Richani”
@Joseluis5571
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